Mis amigos piensan que no estoy despechada porque fui yo
quien puso fin a la relación (por poco de 3 años). De hecho sospecho que algunos sienten un descanso
cuando les digo que me siento sola, porque piensan que así aprenderé algún tipo
de lección por haber dejado a un buen tipo por una razón, a su parecer, sin peso.
Pero sí, querido lector, aún cuando uno termina la relación
también se siente despechado. Y el despecho es, según he sentido, más horrible
que el de quien es dejado: uno tiene que enfrentarse a su propia decisión,
asumir que es probable que se arrepienta y que aún así tendrá que seguir de
frente, caminando solo al mundo de la soltería voluntaria.
Han pasado ya cinco meses (ajá, llevo la cuenta) y todavía
tengo días de los difíciles en los que me quedo pensando que voy a morir
arrepentida de haber dejado a un buen tipo por una razón que el atenuante de
años me hará ver como muy estúpida. En estos cinco meses he pasado por varias
etapas, que quiero reseñar aquí como parte de esa terapia y también porque
estoy muy cansada de que me pregunten por mi novio, mi novio que no tengo.
1. La
decisión tomada:
No fue al azar. Tomar la decisión de terminar con ÉL y no
regresar por nada en el mundo me llevó un buen tiempo, terapia con una
psicóloga maravillosa durante varias semanas y hasta una lista que repasaba
todos los días, tachaba y reescribía hasta que estuve completamente segura de
lo que estaba haciendo, además de las razones por las que lo estaba haciendo.
La razón solo nos importa a ÉL y a mí, pero lo que usted debe saber es que,
como haciendo un ensayo, tuve mis argumentos claros y se los dije a ÉL todos.
Sabía que lo iba a extrañar, pero tenía mis argumentos para explicarle al
corazón por qué no lo íbamos a llamar, ni a buscar, ni a stalkear. Nada.
2. El
“no me lo nombre, gracias”:
Mucha gente adoraba vernos juntos y, claro, entiendo su
trauma al ver una separación. Me llamaban a preguntarme por él. Me invitaban a
comer y me contaban cosas de él. Me buscaban por redes sociales para contarme
que lo habían visto. NO ES CHÉVERE. Tuve que pararlos a todos: gracias, de
verdad, por sus buenas intenciones, pero no quiero que me hablen de él. Si está
bien o si está mal ya no es asunto mío. Ya no hago parte de su presente, si no
de su pasado. Si yo tengo problemas o tengo alegrías tampoco se las cuenten, él
no necesita sentir lástima por mí o por lo que tuvimos. Ambos debemos estar en
el cajón de los recuerdos lindos del otro, nada más que eso.
3. Qué mala compañía soy:
Uno se cree la mejor compañía del mundo hasta que está solo.
Descubrí que aunque a la gente en general le parece divertido estar conmigo, se
ríe de mis chistes y acude a mis invitaciones de buena gana, yo me encontré
tremendamente aburrida. La mujer más tediosa del mundo para pasar cinco minutos.
Quería estar chateando con cualquier persona, hacer cualquier plan, comer con
cualquiera, pasar tiempo con cualquier ser humano menos conmigo. Hasta que
entendí y no fue fácil: la relación en la que estaba ahora era conmigo, a la
que había que enamorar era a mí.
Puedo decir con orgullo que adoro ir a tomar café y a leer
sola. Me encanta poder verme las películas que quiero, mi cama es una delicia
con las almohadas incomodándome por donde yo quiero, trotar sin charlar con
nadie es de lo más rico que me pasa todos los días. No estoy perdidamente
enamorada de mí, pero por lo menos ya ansío a que llegue el día de esas citas de
Katherine con Katherine, que programo cuidadosamente con días de antelación.
4. Hacer algo que no hacía con él
Muchas actividades me lo estaban recodando sin querer y por eso supe que era el momento de hacer cosas que no tuvieran nada que ver con ÉL. Por eso ahora tengo piernas de acero gracias al pole dance y por eso hice otra cosa, en absoluto secreta, que me recuerda cada día que mi soltería es una decisión que mi yo consiente, pensante y empoderada tomó.
5. ¡Dios, extraño los besos!
Estar sin novio ya no me parece una tragedia. De hecho jamás
había pasado tanto tiempo sin nadie. Pero, ¡dios, extraño los besos! Los
extraño mucho. Y pilas, no extraño SUS besos, sino los besos. Adoro besar y besar a buenos besadores… y bueno, ahora no estoy
precisamente en una época de recibir muchos besos. Por eso también estoy
pasando por una época de odio hacia la gente que veo besándose, y de eso
precisamente se trata el siguiente punto.
6. ¿Están enamorados? No va a durar
Busque enanos y verá millones en un día. Yo busco, sin
querer, a gente enamorada. Los veo en restaurantes, buses, andenes. Los veo en
todo lado y me fastidian de sobremanera. Empiezo a especular sobre cuánto
tiempo van a durar, si todavía hacen el amor, si se ponen los cachos. Yo sé, yo
también me desprecio por esto. Pero es una etapa y hay que vivirla.
Un amigo me dice que mi siguiente etapa será desear lo que
vive la gente enamorada: el sufrimiento, la angustia, esperar la llamada, los
celos, agarrarse de la mano, planear cosas juntos. Por ahora estoy bien con mi resentida manera de ver a las parejas,
mientras hago de todo por enamorar a la mujer más difícil del mundo: yo.
Ya les contaré lo que venga.
Ya les contaré lo que venga.