Katherine no conoce la vergüenza, la desidia, el decoro, la mojigatería y el achante

jueves, 13 de noviembre de 2014

Así es estar despechado


Mis amigos piensan que no estoy despechada porque fui yo quien puso fin a la relación  (por poco de 3 años). De hecho sospecho que algunos sienten un descanso cuando les digo que me siento sola, porque piensan que así aprenderé algún tipo de lección por haber dejado a un buen tipo por una razón, a su parecer, sin peso.

Pero sí, querido lector, aún cuando uno termina la relación también se siente despechado. Y el despecho es, según he sentido, más horrible que el de quien es dejado: uno tiene que enfrentarse a su propia decisión, asumir que es probable que se arrepienta y que aún así tendrá que seguir de frente, caminando solo al mundo de la soltería voluntaria.

Han pasado ya cinco meses (ajá, llevo la cuenta) y todavía tengo días de los difíciles en los que me quedo pensando que voy a morir arrepentida de haber dejado a un buen tipo por una razón que el atenuante de años me hará ver como muy estúpida. En estos cinco meses he pasado por varias etapas, que quiero reseñar aquí como parte de esa terapia y también porque estoy muy cansada de que me pregunten por mi novio, mi novio que no tengo.

1.  La decisión tomada:
No fue al azar. Tomar la decisión de terminar con ÉL y no regresar por nada en el mundo me llevó un buen tiempo, terapia con una psicóloga maravillosa durante varias semanas y hasta una lista que repasaba todos los días, tachaba y reescribía hasta que estuve completamente segura de lo que estaba haciendo, además de las razones por las que lo estaba haciendo. La razón solo nos importa a ÉL y a mí, pero lo que usted debe saber es que, como haciendo un ensayo, tuve mis argumentos claros y se los dije a ÉL todos. Sabía que lo iba a extrañar, pero tenía mis argumentos para explicarle al corazón por qué no lo íbamos a llamar, ni a buscar, ni a stalkear. Nada.

2. El “no me lo nombre, gracias”:
Mucha gente adoraba vernos juntos y, claro, entiendo su trauma al ver una separación. Me llamaban a preguntarme por él. Me invitaban a comer y me contaban cosas de él. Me buscaban por redes sociales para contarme que lo habían visto. NO ES CHÉVERE. Tuve que pararlos a todos: gracias, de verdad, por sus buenas intenciones, pero no quiero que me hablen de él. Si está bien o si está mal ya no es asunto mío. Ya no hago parte de su presente, si no de su pasado. Si yo tengo problemas o tengo alegrías tampoco se las cuenten, él no necesita sentir lástima por mí o por lo que tuvimos. Ambos debemos estar en el cajón de los recuerdos lindos del otro, nada más que eso.

3. Qué mala compañía soy:
Uno se cree la mejor compañía del mundo hasta que está solo. Descubrí que aunque a la gente en general le parece divertido estar conmigo, se ríe de mis chistes y acude a mis invitaciones de buena gana, yo me encontré tremendamente aburrida. La mujer más tediosa del mundo para pasar cinco minutos. Quería estar chateando con cualquier persona, hacer cualquier plan, comer con cualquiera, pasar tiempo con cualquier ser humano menos conmigo. Hasta que entendí y no fue fácil: la relación en la que estaba ahora era conmigo, a la que había que enamorar era a mí.
Puedo decir con orgullo que adoro ir a tomar café y a leer sola. Me encanta poder verme las películas que quiero, mi cama es una delicia con las almohadas incomodándome por donde yo quiero, trotar sin charlar con nadie es de lo más rico que me pasa todos los días. No estoy perdidamente enamorada de mí, pero por lo menos ya ansío a que llegue el día de esas citas de Katherine con Katherine, que programo cuidadosamente con días de antelación.

4. Hacer algo que no hacía con él
Muchas actividades me lo estaban recodando sin querer y por eso supe que era el momento de hacer cosas que no tuvieran nada que ver con ÉL. Por eso ahora tengo piernas de acero gracias al pole dance y por eso hice otra cosa, en absoluto secreta, que me recuerda cada día que mi soltería es una decisión que mi yo consiente, pensante y empoderada tomó.

5. ¡Dios, extraño los besos!
Estar sin novio ya no me parece una tragedia. De hecho jamás había pasado tanto tiempo sin nadie. Pero, ¡dios, extraño los besos! Los extraño mucho. Y pilas, no extraño SUS besos, sino los besos. Adoro besar y besar a buenos besadores… y bueno, ahora no estoy precisamente en una época de recibir muchos besos. Por eso también estoy pasando por una época de odio hacia la gente que veo besándose, y de eso precisamente se trata el siguiente punto.

6.  ¿Están enamorados? No va a durar
Busque enanos y verá millones en un día. Yo busco, sin querer, a gente enamorada. Los veo en restaurantes, buses, andenes. Los veo en todo lado y me fastidian de sobremanera. Empiezo a especular sobre cuánto tiempo van a durar, si todavía hacen el amor, si se ponen los cachos. Yo sé, yo también me desprecio por esto. Pero es una etapa y hay que vivirla.

Un amigo me dice que mi siguiente etapa será desear lo que vive la gente enamorada: el sufrimiento, la angustia, esperar la llamada, los celos, agarrarse de la mano, planear cosas juntos. Por ahora estoy bien con mi resentida manera de ver a las parejas, mientras hago de todo por enamorar a la mujer más difícil del mundo: yo.

Ya les contaré lo que venga.



martes, 14 de octubre de 2014

Mi insoportable crisis de los 30



Yo que me las doy de persona del combo de los ‘siempre felices’ estoy cayendo inevitablemente en la crisis de los 30.

Estoy insoportable aún para mí, que tengo altos niveles de tolerancia a lo insoportable. Me llegó con indecisión, con angustia, con falta de sueño, con lectura de artículos para gente mayor y, creo que es la parte más interesante, con enamoramientos efímeros de hombres que podrían ser mi papá.

Me pasó la primera vez hace unas dos semanas. Estaba comprando un café y en la fila había un tipo con la cabeza casi blanca, hablando por celular con la que parecía ser su secretaria. Le daba instrucciones de cómo organizar una reunión y qué planear en su agenda para la tarde. Adoro la gente organizada. Me quedé mirándolo y pidió lo mismo que yo: un latte pequeñito. Pedí rápido mi café y me fui a parar a su lado, esperando el momento de la entrega para saber cómo se llamaba: Emilio. Me encantó el nombre y creo que me enamoró más que ni siquiera me miró.

Pasó otra vez hoy. Salía con otro latte, del mismo lugar y me choqué con otro tipo, este altísimo y delgado, con la cabeza menos blanca: se quedó mirándome a los ojos, me sonrió y yo casi me echo el café encima. Típica adolescente de 30.

Me ha dado también por cuestionar las cosas que tenía clarísimas: ¿quiero hijos? ¿quiero casarme? ¿quiero una casa? ¿vale la pena viajar? Me he imaginado con un embarazo no deseado y luego caminando por la Séptima con un niño en un canguro y no me parece tan mala idea (¿es en serio, Loaiza?). Pienso en nombres que podría ponerle, a qué jardín lo metería, cómo lo mandaría de vacaciones donde sus abuelos. Estoy jodida.


Me imagino acostada al lado de un tipo que detesto pero que me ama y tampoco me parece tan horrible después de todo. Pienso que de 365 días al año podría no odiarlo tanto unos 100 o 200 y el resto dedicarme a leer.

Estoy empezando a pensar que debería dejar de viajar y mejor ahorrar millones para comprarme una casa en la que pueda envejecer con más dignidad que con la que voy a cumplir estos 30. ¿A quién le importa cómo es China? ¿quién carajos quiere comprar una falda peruana? ¡La estabilidad, Loaiza, la estabilidad!

Para no caer más bajo he aceptado el reto de no quejarme durante 48 horas a ver qué pasa con mi vida. Empiezo justo después de escribir este post, a la espera de que mi cabeza vuelva a la claridad de los veintitantos. 

martes, 16 de septiembre de 2014

17 cosas que quiero hacer antes de morir



Faltan dos meses (y unos días más) para que yo cumpla 30 años y estoy trascendental, dramática, insoportable. Pero también estoy sensible y amorosa. He empezado a escribir cosas lindas, como cartas para gente que nunca escribía cartas y cosas que son solo para recordarme cuál es el norte, para qué se supone que vivo... una de esas cosas es esta lista de cosas que quiero hacer antes de morir.

1. Abrazar a un desconocido en la calle.

2. Perderle el miedo a viajar sola en avión.

3. Montar en globo.

4. Comer a horas todos los días.

5. Vivir con un gato.

6. Rescatar a una persona.

7. Amar desesperadamente a alguien y decírselo poniendo carteles por todo su barrio.

8. Ir a China.

9. Tener varias matas lindas, todas con nombre y charlarles por las mañanas de cosas bonitas.

10. Usar pijama con paticas.

11. Escribir una novela y no publicarla.

12. Tener unos guantes de cuero.

13. Dejar los smartphones.

14. Creer en que el amor sí existe.

15. Tener una biblioteca el doble de grande a la que tengo.

16. Tener una tradición de cumpleaños donde esté yo sola.


17. Durar en una relación más de dos años y medio.