Tengo que confesar que hasta el 2007, a mi el cuento de las elecciones, de ir a votar, de hacer uso de mi ‘derecho democrático’, me parecía una excelente forma de perder el tiempo. Así las cosas, la confesión es que yo hacía parte de esa gran masa de colombianos jóvenes a quienes la política les vale, literalmente, ‘huevo’.
En el 2007, de cara a las elecciones a Alcalde y Gobernador en Pereira (en el país), haciendo yo parte del Comité Editorial del periódico de la universidad, me entusiasmé con la idea de hacer un especial pre-electoral. Entrevistamos a todos los candidatos, y a mí, por fortuna, me tocó hacerles el seguimiento a los dos más fuertes: la ex alcaldesa Martha Elena Bedoya (polémica por que acabó con algo así como el Cartucho de Pereira) y al que quedó electo, Israel Londoño.
La verdad es que los dos me parecían terribles candidatos, espantosos posibles alcaldes. Me habían dicho incluso que Londoño era cercano a Habib Merheg, y yo aunque sabía poco de él, lo poco que sabía no era pero para nada bueno.
Ese año no pude votar en Pereira porque no pude inscribir mi cédula, que estaba habilitada para los comicios de Santa Rosa de Cabal. Voté en el pueblo por cualquier candidato, incluso recuerdo que no me importó a quién marqué, sino que elegí a los que tenían el aval del Polo Democrático. Ninguno de los que recibieron mi sufragio ganaron, como era de esperarse.
Este año, de cara a las elecciones de 2009, la situación ha sido similar a la de esa época. Estoy cercana a los comicios por trabajo, soy mucho más consciente políticamente, he hablado con cada aspirante a la Presidencia y estoy cercana al Congreso, de donde van a salir casi todos los candidatos al Congreso del año entrante.
Sin embargo, al igual que el 2007, cuando voté por primera vez, y que al 2003, cuando pude votar pude haber participado pero no lo hice porque no me interesaba pero ni un poquito la situación, no podría elegir a un candidato a conciencia.
Podría votar por un buen candidato, y botar mi voto. Podría votar por un candidato con altas posibilidades de ganar, que no sea buen candidato. Podría votar por quien va a ganar, y hacer historia dándole mi aval a un Presidente 12 años en el poder.
Sin embargo, ante ese panorama tan desolador, una de las posibilidades que más me llama es la de darle el voto a ese fantasmita blanco que aparece en el tarjetón. Es el único a través del cual puedo hacerle un jalón de orejas a la política del país, porque ante ese abanico tan grande de candidatos, de todos, como dirían mis sabias abuelas, no se hace un caldo.
¡Voto en Blanco Presidente!
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