A mi abuelita Ernestina nunca le gustó que yo aguantara frío en Bogotá. Le parecía que era el principio de todos mis males: de la gordura, de la flacura, del pelo crespo, de los cachetes sin color. Pero ayer, cuando decidió al fin irse al cielo, me mandó el día más soleado del año, el más bonito, que llenó los parques de niños y a mis cachetes, tristes por su partida, de un colorado que no se me quita.
Esa es mi abuelita Ernestina. Voluntariosa y rebelde como pocas. Hermosa cómo sólo una abuela de treinta y tantos nietos puede ser. Ahora debe estar al lado de Dios pidiéndole que todos nosotros dejemos esta cara de tristeza y la recordemos justo como ella disfrutaba más la vida: jugando parqués, a carcajadas o bailando un paso doble con uno de sus hijos.
Aunque estoy infinitamente triste y no entiendo por qué no pudo esperarse tres días más a que yo llegara a decirle que ella ha sido siempre mi fortaleza y mi modelo a seguir, entiendo hoy que la voluntad de Dios es más fuerte que la mía, y que el llamado de él para que ella fuera a su encuentro es mucho más poderoso que el mío para que me esperara unos días más para verla.
En nombre de mi abuela y de los 26 años que pude conocerla, hoy les pido a todos ustedes recordarla en sus momentos más felices. Esta enfermedad que se la llevó tan pronto de nuestras vidas fue sólo un capítulo pequeñito de su larga y maravillosa existencia. Los invito a que la recordemos con su terapia favorita, celebrando su cumpleaños, estallando bombas para asustar a todo el mundo, apurando una visita que a su parecer ya estaba muy larga, jugando cartas sobre su cama o llenando los crucigramas más rápido que cualquiera de nosotros.
Esa es la abuelita que se va a quedar en mi corazón y que espero sea recodada por ustedes también. Ella es la que merece que hoy estemos todos aquí reunidos para pedirle a Dios que en el cielo le dé una casa con jardín y una perrita bien portada, que puedan hacerla feliz.
*En la foto aparece en el último cumpleaños que le celebramos. Estaba feliz porque agarró muchas cosas de la piñata.
Katherine no conoce la vergüenza, la desidia, el decoro, la mojigatería y el achante
domingo, 21 de agosto de 2011
jueves, 4 de agosto de 2011
La 'cronista' que no quiere cambiar el mundo**
De todos los que estén concursando a participar en el taller de crónica, estoy segura que yo soy la que tiene una intención menos altruista al momento de pedir que la acepten. No pretendo cambiar el mundo con una crónica y tampoco espero poder aprender a escribirlas para escribir un libro y con él alimentar a los japoneses contaminados con radiación –ahora que precisamente el tema está de moda.
La verdad es que esta periodista de 26 años, trabajadora de lunes a viernes en una página de internet llamada Terra Colombia, quiere volver a escribir como lo hacía antes de Twitter.
Esos 140 caracteres arruinaron la forma tan dulce y graciosa que tenía de escribir –según el criterio de nadie, eso me lo estoy inventado yo-. Mi blog (ojeadasinversas.blogspot.com) fue invitado por ElTiempo.com y Terra.com.co a ser abierto en sus respectivos portales, pero de un tiempo para acá todo me sale en frases cortas y no he podido enviarles un post como para que ellos sientan orgullo de su nueva bloguera.
Tampoco es que esté muriendo por tener mi blog ahí. Yo realmente quiero estar en este taller porque tengo la sospecha de que puedo ser buena escribiendo crónica, haciendo un libro o haciendo sólo crónicas, publicándolas o guardándolas, pero buena a fin de cuentas.
Nací en Santa Rosa de Cabal, Risaralda, el 26 de noviembre de 1984. Cuando nací, Santa Rosa no era el municipio con el chorizo más grande del mundo, como es ahora. Y con la primera frase de este párrafo ya dije una mentira. Yo no nací ahí, nací en Pereira ese día a las 7:45 de la mañana y unas tres horas después ya estaba en Santa Rosa, lo que técnicamente me hace más santarrosana que pereirana.
Estudié periodismo en la Universidad Católica de Pereira y me gradué en el 2009, atrasada un semestre porque por estar trabajando en ElEspectador.com no pude entregar mi trabajo de grado a tiempo. Al menos esa es la versión oficial.
Después de trabajar un año y medio ahí, fui despedida por recorte de personal y pasé a trabajar a El Periódico de los Colombianos, donde hice periodismo político como por otro año y medio y me fui a Colprensa, a cubrir Fiscalía.
Terminé en Terra porque me llamaron y siempre había querido trabajar ahí. Soy feliz, tengo dos perros, un (ex) novio ido a Buenos Aires, otro más en Pereira y nada de vergüenza al aceptar que no tengo mentón (y sí muchos cachetes).
** Me avergüenza un poco decir que con este texto logré pasar un filtro de 500 personas y ser una de las 20 admitidas en el Taller de Crónica de la Secretaría de Cultura, con Marta Ruiz. A ella le parece chistoso, a mí me da pena, pero si yo no me burlo de mí, ¿quién más lo va a hacer? Por eso decidí publicarlo.
La verdad es que esta periodista de 26 años, trabajadora de lunes a viernes en una página de internet llamada Terra Colombia, quiere volver a escribir como lo hacía antes de Twitter.
Esos 140 caracteres arruinaron la forma tan dulce y graciosa que tenía de escribir –según el criterio de nadie, eso me lo estoy inventado yo-. Mi blog (ojeadasinversas.blogspot.com) fue invitado por ElTiempo.com y Terra.com.co a ser abierto en sus respectivos portales, pero de un tiempo para acá todo me sale en frases cortas y no he podido enviarles un post como para que ellos sientan orgullo de su nueva bloguera.
Tampoco es que esté muriendo por tener mi blog ahí. Yo realmente quiero estar en este taller porque tengo la sospecha de que puedo ser buena escribiendo crónica, haciendo un libro o haciendo sólo crónicas, publicándolas o guardándolas, pero buena a fin de cuentas.
Nací en Santa Rosa de Cabal, Risaralda, el 26 de noviembre de 1984. Cuando nací, Santa Rosa no era el municipio con el chorizo más grande del mundo, como es ahora. Y con la primera frase de este párrafo ya dije una mentira. Yo no nací ahí, nací en Pereira ese día a las 7:45 de la mañana y unas tres horas después ya estaba en Santa Rosa, lo que técnicamente me hace más santarrosana que pereirana.
Estudié periodismo en la Universidad Católica de Pereira y me gradué en el 2009, atrasada un semestre porque por estar trabajando en ElEspectador.com no pude entregar mi trabajo de grado a tiempo. Al menos esa es la versión oficial.
Después de trabajar un año y medio ahí, fui despedida por recorte de personal y pasé a trabajar a El Periódico de los Colombianos, donde hice periodismo político como por otro año y medio y me fui a Colprensa, a cubrir Fiscalía.
Terminé en Terra porque me llamaron y siempre había querido trabajar ahí. Soy feliz, tengo dos perros, un (ex) novio ido a Buenos Aires, otro más en Pereira y nada de vergüenza al aceptar que no tengo mentón (y sí muchos cachetes).
** Me avergüenza un poco decir que con este texto logré pasar un filtro de 500 personas y ser una de las 20 admitidas en el Taller de Crónica de la Secretaría de Cultura, con Marta Ruiz. A ella le parece chistoso, a mí me da pena, pero si yo no me burlo de mí, ¿quién más lo va a hacer? Por eso decidí publicarlo.
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