Katherine no conoce la vergüenza, la desidia, el decoro, la mojigatería y el achante

domingo, 21 de agosto de 2011

A mi abuelita Tina

A mi abuelita Ernestina nunca le gustó que yo aguantara frío en Bogotá. Le parecía que era el principio de todos mis males: de la gordura, de la flacura, del pelo crespo, de los cachetes sin color. Pero ayer, cuando decidió al fin irse al cielo, me mandó el día más soleado del año, el más bonito, que llenó los parques de niños y a mis cachetes, tristes por su partida, de un colorado que no se me quita.

Esa es mi abuelita Ernestina. Voluntariosa y rebelde como pocas. Hermosa cómo sólo una abuela de treinta y tantos nietos puede ser. Ahora debe estar al lado de Dios pidiéndole que todos nosotros dejemos esta cara de tristeza y la recordemos justo como ella disfrutaba más la vida: jugando parqués, a carcajadas o bailando un paso doble con uno de sus hijos.

Aunque estoy infinitamente triste y no entiendo por qué no pudo esperarse tres días más a que yo llegara a decirle que ella ha sido siempre mi fortaleza y mi modelo a seguir, entiendo hoy que la voluntad de Dios es más fuerte que la mía, y que el llamado de él para que ella fuera a su encuentro es mucho más poderoso que el mío para que me esperara unos días más para verla.

En nombre de mi abuela y de los 26 años que pude conocerla, hoy les pido a todos ustedes recordarla en sus momentos más felices. Esta enfermedad que se la llevó tan pronto de nuestras vidas fue sólo un capítulo pequeñito de su larga y maravillosa existencia. Los invito a que la recordemos con su terapia favorita, celebrando su cumpleaños, estallando bombas para asustar a todo el mundo, apurando una visita que a su parecer ya estaba muy larga, jugando cartas sobre su cama o llenando los crucigramas más rápido que cualquiera de nosotros.

Esa es la abuelita que se va a quedar en mi corazón y que espero sea recodada por ustedes también. Ella es la que merece que hoy estemos todos aquí reunidos para pedirle a Dios que en el cielo le dé una casa con jardín y una perrita bien portada, que puedan hacerla feliz.

*En la foto aparece en el último cumpleaños que le celebramos. Estaba feliz porque agarró muchas cosas de la piñata.

4 comentarios:

  1. Me acordé de mi estrella, mejor pensé en ella porque siempre la recuerdo, a ella también le gustaba llenar crucigramas y reír mucho... seguro que están juntas haciendo ambas cosas mientras nos miran...

    ResponderEliminar
  2. Eso ni lo dude. Se hicieron amigas y nos hicieron amigas a nosotras.

    ResponderEliminar
  3. Ah la abuela de Talita, yo la recuerdo. Era medio rebelde, como no. Y le daba sabios consejos, sabios, nada ortodoxosos en el buen sentido.

    ResponderEliminar
  4. La recuerdo igual con humor... "tome leche con cuca, ud. que tiene cara de muerto e hambre"... :)

    ResponderEliminar