Katherine no conoce la vergüenza, la desidia, el decoro, la mojigatería y el achante
martes, 5 de enero de 2010
Viaje a la ciudad del desempleo
Aprovechando las vacaciones y las raíces pereiranas, decidí hacer un viaje a la ciudad que tiene el mayor índice de desempleo del país, para comprobar que la situación es tan dramática como dicen los medios de comunicación.
Me fui en bus, para no despertar sospechas de los conciudadanos y desempolvé el acento paisa al llegar al terminal, para que la naturalidad de la pereiranidad aflorara en mí.
- Buenas tardes. Está haciendo harto calor, cierto… ¿tiene usted trabajo?
La mujer que esperaba el bus corrió espantada de mi lado al oír mi inesperada pregunta. Tengo que ser más disimulada, pensé. Abordé el taxi y le di la dirección de la casa de mi tía.
Al llegar los vi a todos muy desocupados, vestían ropa veraniega, algunos no se habían bañado y otros más hacían cosas de quien no tiene una función qué desempeñar en el corto plazo, como pintarse las uñas o ponerse mascarillas en el cabello. Hasta el bebé parecía no hacer mucho por conseguir dinero. ¡Todos están desempleados!, grité espantada. Mi tía me dio un agua de manzanilla y me pidió que me calmara. Es 25 de diciembre, me recordó. Hoy nadie trabaja, excepto los periodistas, dijo con voz de profeta.
Pensé entonces que el momento de hacer reportería vendría después, cuando las cosas estuvieran medianamente normalizadas.
El lunes después de navidad me levanté temprano a abordar los buses que tradicionalmente los trabajadores toman para llegar a las oficinas y fábricas.
Para mi sorpresa pasó y con puestos. Le pregunté al señor del bus si esa situación era habitual y me dijo que desde hace algún tiempo lo es; sin preguntarlo, asumí que la subida estrepitosa en el precio de los pasajes en bus urbano (quedaron a $1.400) se debía a la disminución de viajeros.
Me fui entonces a andar las calles, con cara de turista para ver qué tantos connacionales me contaban sus desgracias laborales.
El experimento falló. Nadie me pidió trabajo en una ciudad lejana, como yo lo había pensado. Sin embargo sí muchos me pidieron dinero, me ofrecieron comprar ropa, zapatos, esencias para el sahumerio y hasta noches de amor.
¿Todos trabajan en la calle? Le pregunté a uno de tantos, que me vendió un juguete para el perro. Más que antes, señorita, respondió mientras seguía ofreciendo a viva voz los huesos de carnaza, sin dejar claro desde cuándo se cuenta el antes.
Fue en ese momento cuando caí en la cuenta que los andenes estaban más estrechos y que muy cerca de mis piernas había por lo menos cinco variedades de cosas para comprar.
El espacio público, más que antes y seguramente menos que después de mi visita, nunca había estado tan lleno de artículos para comprar. Martha Elena Bedoya, antigua alcaldesa de la ciudad y quien fue una de las emblemáticas ‘desocupadoras’ del centro de la ciudad, se sonrojaría al ver la capacidad de llenar aceras del 23 por ciento de pereiranos que se niegan a dejarse morir de hambre.
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"Viaje a la ciudad del desempleo": Katherine que excelente escrito. Le doy 10 en la escala de 1 a 10. Toda la sitación de espacio público que resaltas, es una cruel realidad que se vive desde hace algún tiempo atrás. En palabras más populares es 'cuento viejo'. Me estoy volviendo seguidor de Ojeadas Inversas gracias al Live Feed del Facebook es como la 5° vez que te leo. Me gusta mucho como escribes. Un saludo de un pereirano de corazón que le duele la ciudad... Feliz 2010
ResponderEliminarTrompañera…
ResponderEliminarNo se como decirlo, y con el respeto que se merece, quiero hacerle una pregunta ¿eso fue todo lo que vio en su tierra? Porque no contar también las cosas positivas sin desconocer la realidad, porque no mencionar que esa invasión de espacio público obedece a la pujanza y la fortaleza de quienes habitan esta tierra, mi tierra, personas que no se dejan morir y emplean cualquier medio para salir adelante