El tema del baile para mi familia siempre ha sido fundamental: con una madre que se jura negada para el ritmo y un padre que hubiese sido 500 por ciento más feliz de haber podido dedicar sus días completos a tocar vallenato, la sola existencia como hija única me convierte en un recipiente para poner un resumen de sus sueños: yo, Katherine Loaiza Martínez, puedo llegar a ser ladrona, corrupta, incluso Ministra de Interior y aún conservaría el amor de mis papás; pero jamás mala bailarina. Eso sí que sería imperdonable.
Por eso cuando el jueves pasado acepté la invitación de Gilberto* para ir a bailar a la Galería Café libro (en la foto), descubrí que la sabrosa línea del baile ha atravesado los momentos más trascendentales de mi existencia; o por lo menos los que recuerdo con especial vergüenza.
La de romper el hielo fui yo, como era de esperarse. Anacaona nos llevó a ambos a la pista de baile, pero a mí particularmente hasta el 2002, en Mi Ranchito, en el marco de una novillada bailable. Yo misma me encargué de sacar a quien hasta ese día fue el amor mi vida, el popularísimo –y más joven que yo- ‘Wimi’.
A nadie le importaba que Wimi se llamara Luis Miguel, o que estudiara en el Colegio Nacional Francisco José de Caldas mientras yo ya estaba en la Universidad Tecnológica de Pereira. El caso es que Anacaona nos unió en un desastroso primer beso. Primer beso para mí, el número 87 para él.
Aunque Anacaona no nos dio, con Gilberto, soltura total en la danza, Señora Ley sí nos puso a tratar de imitar, con algo de ineptitud, a los experimentados bailarines que aparecían en el video. Fue así como me acordé del episodio más vergonzoso de mi vida, desde que logré eliminar del álbum familiar mis fotos desnuda: un día en el que, en pleno parque del municipio de Lorica, un negro de dos metros me sacó a bailar, ante las miradas entusiasmadas de por lo menos 200 costeños.
Como era de esperarse, mi cuerpo medio tieso de nacida en el eje cafetero, se vio exageradamente entorpecido por los pasos africanos de ese hombre. Mi consuelo fue una ancianita, que me dijo al final de show “no te preocupe’ mami, que tu baila mejó que io”.
‘Mejó que io’ se quedó retumbándome en los recuerdos de una forma tan impresionante, que no me di cuenta que ya estaba bailando Cali Pachanguero. Cali, me acordé, fue la ciudad que me vio llegar de mi primer gran viaje en motocicleta, con mi entonces novio. Nosotros como pareja nacimos para viajar, no para bailar, me acordé: el tipo vivía obsesionado con que yo bailaba ‘saltadito’ como si todos los ritmos fueran ‘carranga’.
Me lo dijo tantas veces que un día terminé por creérmelo: yo, en definitiva, era una de esas personas que tienden a bailar saltadito. Me negué a aceptar invitaciones a bailar por parte de sujetos atractivos por miedo a que descubrieran mi oscuro secreto. Empecé a salir con personas que no disfrutaran del baile para evitarme la vergüenza y me convencí de que la balanza del ADN me había puesto del lado de la falta de ritmo de mi mamá.
Sin embargo, después de bailar Maria Juliana y El Paso de Encarnación, con Calambuco en vivo, y Gilberto siguiéndome los pasos medio descoordinados; después del montón de recuerdos de bailadas patéticas en los bafles de Back Steet, sumado a mis intentos fallidos por bailar bachata, y las clases de tango, fox y boleros de mí abuelita, comprendí que me debo más al cromosoma XY, a los genes paternos, si de pachanga se trata. Que a pesar de que las vueltas y los pasos no fueron para un 10.0 en un campeonato mundial, lo más importante fue reconocer que mis caderas no conocen vergüenza ni escarnio público. Lo que más les gusta es contonearse y ya, razón suficiente para decir: Estoy lista para la otra canción.
hay mi vida si me reí leyendo tu blog. Eres una loca de remate te amo
ResponderEliminarMamilú
como asi que usted se parchó con wimi!!!!!!!!!!!!!
ResponderEliminarhasta ahora me lo desayuno... o ya me había contado y se me olvidó???
oeeeeeeeeeeeeeeee mamita se le olvido que fui yo quien le enseñoooooooooooooo a bailarrrrrrr jejeje.... por lo que acabo de leer mejor que ni cuente ese secretito
ResponderEliminarse le quiere mucho.
MENCHA.
Ale, yo le conté! mucha desmemoriada!!!! en ese entonces usted salía con el hermanito, se acuerda? jajajajaja
ResponderEliminarMencha, mamita, usted me enseñó a bailar saltadito, se acuerda que el 31 de diciembre se lo saqué en cara, cuando ya usted estaba pasada de tragos y que Janita también le dijo que por su culpa ahora a todas nos acusaban del saltadito!!