No me gusta el día de la mujer. Punto.
Le advertí con varios días de antelación a mi novio que no me dijera “feliz día de la mujer” y él, aunque no entendió por qué mi obsesión con que evitara el comentario, como perrito condescendiente no me dijo nada, dejó pasar el día como cualquier otro.
La primera vez que escuché el término estaba yo molestísima con un colega –hombre- porque había logrado ‘chiviarme’ después de haberse tomado un café con un magistrado.
- ¿Usted se imagina cómo me vería yo tomando un café con un magistrado? Le gritaba yo, desesperada. ¡Dígame si usted no pensaría que me estoy acostando con él, para conseguir información! ¡Dígame!
El tipo, sin argumentos, me decía que me calmara, que no había de qué preocuparse. - Yo te paso la información, no hay lío.
Él no podía entender –no tenía cómo- que el gran meollo del asunto no era esa chiviada, sino que yo me sentía en una clara desventaja frente a él: el hecho no era el tinto, sino que yo no encontraba otra forma de buscar información sin parecer una prepago –y eso que no he hablado de la fama y los chistes que hacen con las mujeres que vienen, como yo, de Pereira; y ahora, para mi desgracia, él quería pasarme la información, sin ningún mérito, sólo porque estaba sintiendo una suerte de lástima por mí, a raíz del drama que yo le había hecho.
- Mire, no me trate como si yo no fuera capaz de chiviarlo, cambié mi discurso, en medio de gritos, sin saber cuál era el término que debía usar. Y lo dejé solo.
Me salí de la oficina en la que estaba y un señor que pasaba por ahí, y que escuchó mi queja me lo dijo: cuando le hacen eso a los negros, se llama racismo positivo.
Racismo positivo: vi la luz. Claro, lo que el chiviador estaba haciendo conmigo era machismo positivo, pensé: como me ve en clara desventaja frente a él, entonces ahora quiere darme ventajas fingidas, nacidas de su cabeza, para que estemos en una encomillada igualdad de condiciones.
Desde ese día me proclamé una antifeminista acérrima. Juré que no me sentiría menos frente a los hombres por el hecho de ser mujer: ni por correr más despacio, ni por tener menos fuerza, ni por tener que dejar de tomarme tintos so pena de sentirme la amante de un congresista sudoroso. Y claro, que no buscaría ventajas desde la lástima, eso sí que no.
Por eso me molesta cuando las congresistas buscan aumentar, a las malas, la cuota femenina en los partidos políticos: ¿acaso Alexandra Moreno Piraquive, Michelle Bachelet o Ángela Merkel andan pidiendo espacios? No señor, se los buscaron, como hizo Inácio Lula da Silva o Sebastian Piñera.
Por eso me molesta que haya un día de la mujer, en el que todas nos sentimos más femeninas y nos gusta que nos den chocolates y serenatas. ¿Rita Pavone hace conciertos y pide que vayan a ellos porque es mujer o porque es buena cantante, como lo fue Ray Charles o Freddy Mercury?
Estoy cansada de que me digan feliz día de la mujer porque ese esfuerzo, que ya cumple dos años, se viene al piso. No me hagan perder el impulso, tengo muchas ganas de seguir siendo una mujer en real igualdad de condiciones.
que buen articulo por que resalta la importancia de cada persona como es y no como en esta sociedad que creando dias "especiales" lo unico que logra es dividir a las personas y que no sientan como una sociedad sino como un aglomerado de diferencias, felicitaciones y ojala cada dia mas personas entiendan esta realidad
ResponderEliminarHuyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy mis respetos Katrina y felicitaciones por los argumentos realmente validos.
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